viernes, 16 de marzo de 2018

Voy a doctorarme y no hice entrevistas...

Hey, de nuevo, una escritora en ciernes intenta conectarse de alguna forma con lectorxs cuyos rostros posiblemente nunca tendré en frente. ¿Acaso existe un lector ideal? Hace poco al revisar mis antiguas entradas, me di cuenta de lo asfixiante que se volvió este espacio, creo que las personas que lo han revisado, no sólo se han aburrido, de antemano me disculpo ¿o no?, sino que también pudieron percatarse del tremendo estado de estrés y agonía que me ha paralizado los últimos, quizá cuatro años...
En términos generales mi vida no ha sido lo suficientemente mala como para arrojarme a la vida simple y sin discrepancias que, lo confieso, en ocasiones sueño que podría tener. Pero no, la verdad es que si he de ser franca no hay modo alguno en que quiera experimentar días sin perturbaciones o de completa aceptación con quienes me rodean, francamente no sería yo y puede que incluso sería una señal, quizá poco ortodoxa, de que finalmente me he dado por vencida.
Estoy a punto de terminar mi tesis de doctorado y creo que apenas voy sopesando la densidad del hecho. La verdad es que no sé si estoy feliz, me siento algo paralizada, es decir, en aproximadamente 13 días entregaré el borrador  y todavía me faltan cosas que apuntar y tengo todas las respuestas, todo el material, excepto entrevistas. La razón es que a pesar de que la idea es que me doctore en sociología, la verdad es que me dI cuenta de que le tengo miedo a la gente, es algo que no pude combatir y que puede que me cueste credibilidad metodológica en el diseño teórico que elaboré durante estos casi cuatro años. Al parecer soy experta en sociología del arte contemporáneo, me la viví en Zona Maco, invertí una buena cantidad en libros y catálogos, fui a archivos y todas esas cosas que la práctica de la investigación exige, pero la verdad es que no pude hacer entrevistas en forma, no a Cuauhtémoc Medina, no a Amorales, bueno ni siquiera a Mónica Mayer que es la persona más dulce que he conocido. Simplemente no pude, algo cercano a mis pesadillas sobre el miedo a los ánimales, o simplemente no quería perder la pasión que me llevó a construir una tesis de más de 200 páginas.
No, no estuvo bien, no es objetivo tener ese miedo y en cambio amé leer cada libro y testimonio encontrado sobre la década de los noventa, creo que me pareció alentador leer recuerdos tan vívidos como los registrados en el libro de Licenciado Verdad o incluso conocer a Alberto Híjar y ver la total congruencia con lo que ha escrito los últimos cincuenta años. No sé, quizá sea infantil, pero luego me di cuenta del tremendo miedo que le tengo a perder la pasión, tampoco deseo perder esas cosas, algunas naif e inocentes, que me quedan de mis veintitantos y de mi estadía por aquella casona de Liverpool 16 en la Ciudad de México, sí esa misma donde centenares de noveles escritores de entre 18 y 30 años de todo el país sueñan con estar y ocupar un cubículo de la vieja casa donde incluso vivió Paz.
¿Que sí en este tiempo no me he olvidado de querer ser escritora? No lo creo ¿acaso alguien que haya vivido tan cerca el proceso de dos generaciones de escritores puede hacerlo? Así como pienso en mi hija Vida, no hay momento en que no piense en las ganas de escribir, en los libros que aparecen en la vigía, en las cosas no concretadas... ¿Fracasé? no lo sé, desde que salí de ahí me tomé muchos descansos, fui maestra, tuve una hija, ingresé al doctorado, viví, encontré nuevas experiencias sexuales, estéticas, afectivas e incluso de vida cotidina ¿quién iba a decirme que soy buena para inventar canciones de cuna?
No sé qué siga. Cuando me pienso como "doctora en sociología", la verdad es que no me veo ahí, lo amo, adoro enseñar sociología, pero siempre he odiado los grados académicos. Siempre me siento como una escritora en ciernes, tengo una novela que, ya saben por lo que he escrito antes, no le ha ido bien, no se ha publicado, no ha ganado nada y sin embargo la odio y la amo como la primera vez que comencé a escribirla. Como si el miedo me exigiera a no concretar nada, porque luego de que el deseo se haya saciado, ¿qué otra cosa podría hacer?
Voy a doctorarme y no hice entrevistas, acaso ¿podré perderle el miedo a los animales?

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