jueves, 25 de mayo de 2017

Me hubiera gustado titular esta entrada algo así como "Hablemos de sororidad" pero en realidad tengo muchas dudas sobre el concepto y las prácticas de uso. Seré franca, luego de mi primer año como madre sentí una verdadera desilusión, no sólo por que en ese momento me sentía abatida y llena de temor al sentir que no podría cumplir con los retos que yo misma me había impuesto, sino porque mi propio círculo de amistades digamos que no comulgó con ella, o no como lo esperaba, incluso cuando la destacan como algo básico para el feminismo.
La experiencia de la maternidad me ha llevado por diversos umbrales y desde luego ha puesto en tensión en diversas ideas que tenía no sólo sobre el feminismo, sino sobre diversas facetas de mi vida. Soy una doctorante de sociología que por mera pasión se le ocurrió crear un tipo de modelo teórico sobre la sociología del arte para el caso mexicano,  además de contar con una beca CONACYT de tiempo completo, por lo que fiel a mis convicciones me propuse ejercer mi maternidad a la par de mi propio proceso académico, como es el caso de muchas compañeras en diversas áreas de investigación en nuestro país. El asunto es que en realidad en tan dificíl como suena, es más, es el triple de cansado e incluso doloroso de lo que me imaginé cuando Vida navegaba en mis profundidades.
Tengo la fortuna de contar con una pareja que ha ejercido su paternidad de manera igualitaria y de eso no tengo queja, a pesar de la tira que anda circulando desde hace unos días sobre la carga mental que las mujeres tenemos sobre los hombres y que me pareció sumamente ilustrativa para visibilizar un problema doméstico que desde luego se vuelve político, sinceramente yo creo que tal carga la llevamos entre los dos. Pero no solamente se trata de las situaciones domésticas, las noches, a veces completas, de desvelo, los constantes cambios de pañales y ropa, las cargas interminables de la lavadora, las habilidades pedagógicas para criar desde la reciprocidad, el amor y el respeto, la presión de las miradas externas y todas esas cosas que sin duda todxs pasamos ante esta etapa. Más allá de eso, se encuentra el verdadero reto de vencer terrores, frustraciones y egoísmos para poder llevarla lo más ligero que se pueda y de paso no arruinar el inconsciente de la bebé. Esa es la parte donde en más de una ocasión, me he visto en la necesidad de darme chance para sentirme incluso triste por no saber cómo actuar.
En teoría una debiera de contar con un círculo de apoyo, un sostén de comprensión y cuidado, digamos una red en la que sabes que puedes caer cuando el vértigo te derroca. Y sí, pensaba que dicha red existía y estaría ahí, pero al igual que el amor romántico, tan despreciado ahora, para mí fue como un mito, o más bien no se presentó de la forma en que te lo venden.
Seguramente existen millones de madres primerizas y posmodernas en busca de consuelo ante los embates de las experiencias no siempre gozosas de la maternidad. Una parte de mí quiere pensar que lo encuentran, que sus amigas van a verla, a chulearle al chico, a mimar a la madre que de pronto en el posparto se siente rara, avejentada hasta medio fea, aunque no sea cierto, pero sobre todo ansiosa porque no sabe cómo será su vida ahora que se ha multiplicado, pero otra parte desea que esa misma madre encuentre esa calma y seguridad en ella misma. Cabe mencionar que yo soy la clase de chica que se deprime ante el primer bache, así que si bien no experimenté una depresión posparto profunda, lo cierto es que me sentía sola e incomprendida.
Suena feo, pero a la fecha tal círculo nunca vino a visitarnos y no creo que sea por malas personas, simplemente comprendí que mi experiencia construyó grados de separación.
Poco a poco fuí recuperándome de esa herida y desde luego fuí agarrándole el ritmo a la experiencia de crecer junto a una bebé. Es cierto, a veces siento que caigo en el mito de la súper madre que debe hacerlo todo bien, digamos que resulta muy tentador, sobre todo si tienes un afán de competir incluso contigo misma, pero lo importante es que ese apoyo llegó de otras mujeres y hombres que no se encontraban en esa lista.
Por ejemplo, mi primera salida de la zona de confort de cuidados maternos me la dio una de las mejores dramaturgas de mi generación. Mariana Gándara me contactó con Mariana Arteaga para colaborar en un hermoso proyecto de danza contemporánea urbana llamado Úumbal. Ese tremendo detalle me cambió la vida, porque por primera vez en meses me sentí activa, incluso valorada y por lo tanto apoyada. Y no es que Mariana hubiera escuchado mis intensos y llorosos relatos sobre el hecho de que Vida un día decidió que ya no quería pecho, o la primera vez que se enfermó, o que ya no cabía en mi minifalda de antes, no, únicamente me valoró y me presentó a otra maravillosa mujer que cambiaría mi idea del arte y la ciudad por completo.
O el caso de mi tutor, quien siempre ha apostado por mí, aún en los momentos más extraños de locura y retrasos de entregas.
El caso evidente de mi pareja, quién siempre ha encontrado la manera de sostenerme incluso cuando parece que el colapso es inevitable. Y por fortuna existen otros hombres que desde diversas trincheras me han dado ánimo y apoyo para que no deje de escribir o incluso de estar en el doctorado.
Pero existen tres mujeres a las que sí les debo mucho, evidentemente a mi madre, a mi hermana y a la madre de mi pareja. Entre las tres lograron tejer esa red de la que hablaba en un principio y claro, no siempre están sincronizadas, pero creo que son lo más cercano que tengo a un ejemplo real de sororidad.
El día de hoy fue tan intenso que por un momento sentí que no tenía caso seguir con el docto, por dramático que suene, la presión en ocasiones es tanta que me rebasa, porque entre otras cosas no he podido encontrar los tiempos adecuados para lograr perfección dentro del proceso de la escritura de mi tesis. He dicho que soy becaria CONACYT, ya en otro momento hablaré sobre las becas y los costos beneficios de contar con dicho apoyo estatal, y por ello siento un doble compromiso de hacer una trabajo excelso,  porque decidí ser madre e investigadora y en esa dupla no puedo sino buscar la perfección, o morir en el intento, porque si no, de qué diablos sirve tanto esfuerzo, tanta pasión, tantas dudas y noches de insomnio.
Justo ahí se encuentra la necesidad de contar con el apoyo de las demás, y no hablo de cuidados infantiles mientras una se da sus escapadas sea por la tesis o por mero placer, sino que en verdad es una carrera contra reloj y de un esfuerzo que en ocasiones olvido lo que se siente dormir plenamente. Todavía no sé si la sororidad sea la panacea a todas las angustias que millones de mujeres ante diversas situaciones de nuestras vidas experimentamos, en realidad yo lo abriría hacía una condición trans donde las prácticas de afecto y reciprocidad necesariamente tienen que venir de cualquier género.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Este espacio lo he dejado de manera intermitente, pienso que es su forma de estar, es un tejido que de manera simultánea une y deshace hilos, conexiones, temas y en general, pasajes de mi vida. Mi manera de estar en la vida real también se presenta de esta forma, un estar y no estar con los demás, un chispazo y luego un silencio que poco a poco me mina hasta que de nuevo tengo ganas de salir, de hablar, de repensarme. A estas alturas, poco me importa si aun existe quien lea este espacio, una valija que ha viajado a lo largo de casi ocho años sin ningún otro afán que construir un puente entre mis experiencias y el desdoblamiento de una escritura que a veces siento que estará por siempre en ciernes.

En el último año no he hecho sino darme a la tarea de reconocerme en el cautiverio que a veces la maternidad demanda. Con todo y que estoy en el tercer año de doctorado en sociología, estos casi dos años me he dedicado a experimentar de lleno el cuerpo maternado y con él todas las implicaciones de ser funambulista y madre de tiempo completo.

No, no he publicado mi primer libro. No, ya no voy a reuniones de escritores y no, ya no tengo la chispa de los veinte que me hizo desear dedicarme de lleno a la escritura, pero a estas alturas ya poco me importa si esas cosas suceden o no. Definitivamente existen cosas que me resultan más importantes que la propia vanidad no sólo de saberme escritora, sino de que se me reconozca como tal. Lo soy y ya nada más me importa.

Parto de la idea de que una vez que he dejado el atavismo de no ser reconocida entre las escritoras de mi generación, la verdad es que lo único que me interesa es escribir. En este par de meses, de los más accidentados de los últimos tiempos, miles de ideas me pasaban por la cabeza, esta entrada la pensé tantas veces que ahora que la escribo, nada tiene que ver con aquellos apuntes mentales. Hubiera querido escribir sobre las cosas que nos aquejan, sobre los feminicidios, sobre los diversos feminismos, sobre la última novela que leí, sobre las cosas que me fastidian de los propios feminismos y los estudios críticos, sobre mi experiencia en mi estancia doctoral en el CEIICH de la UNAM y más, pero abiertamente creo que no era el momento de hacerlo. Imagino que todavía me importaba no ser valorada, imagino que mi vanidad no hacía sino paralizarme.

En próximas fechas cumplo 33 años, cuatro de casada, cinco de vivir en pareja y dos de ser madre, puede que suene pesado, fatuo incluso, pero no son sino marcas de un arduo aprendizaje sobre todo de compromiso y disciplina, de una pasión que no se agota y en general de un desdoblamiento que me ha hecho capaz de reconocerme en cada una de las improntas que dichas experiencias me han dejado. Reconocerme en cada error, en cada ruptura, en cada incidente de violencia, en cada goce, en cada iluminación ha sido lo que ha quedado en esta valija y siendo fiel a la poética de la misma, no hago sino escribir sobre el estado de libertad en el que ahora habito.

Es casi como mi deseo de no borrar mis estrías del embarazo, porque cada marca me ha hecho la escritora que soy.

En general, me es más fácil decir esto acá, porque sé que el blog ya es una reliquia, pero como siempre voy en contra de todo, he decidido hacer lo que nunca hice: escribir casi diario lo que me venga en gana. Cerraré mi face y este será el único medio por el cual me encuentre activa en la red. Así que esperen reseñas, ideas que me vengan sobre problemas sociales o simplemente lo que haya ocurrido en mi día. O no, no esperen nada, no me lean, no dialoguen con mis ideas, no me hagan sentir escuchada, porque de cualquier forma lo haré.

P.d. Acá un enlace a mi último artículo publicado en la excepcional revista de la Universidad Autónoma Metropolitana (México), editada por los maestros Conde de Arriaga y Alejandro Arteaga, a propósito del centenario de Leonora Carrington y su escritura.
http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/40_may_2017/casa_del_tiempo_eV_num_40_24_27.pdf