martes, 3 de julio de 2012

El oficio de ser escritora II. Las outsiders

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Hace unos días que la idea del oficio de ser escritora y el del trabajo político me viene dando una vuelta tan álgida que el mareo producido me paralizó 24 horas, luego de saber los resultados de la votación en mi país. El gabinete blanco de la duda se extendió durante toda una noche. Al día siguiente, al encontrarme con mis iguales en pleno reclamo político, todo volvió, como la propia marcha, a encontrar en el camino una alineación de mis ideas.
 Existe una condición particular desde la marcación de escritora que me permite considerarme como sujeta política. Mi condición de género me da el poder a través de mis lineas de consignar incluso lo que observo en mi cotidiano, aquello que veo no sólo obstaculiza sino trata de eliminar los intereses, derechos y obligaciones de la sociedad en general. Esa es mi posición y desde luego atiendo a aquellas que consideran una condición no subjetiva, sino totalmente individual de la escritura. Esa concepción del arte es totalmente válida, políticamente correcta.
Sin embargo, en mi caso como establezco este lugar o mejor dicho no-lugar político, es el momento de revisar un par de aspectos significativos en el trabajo de la escritura. En la siguiente entrega definiré el aspecto de la intimidad, bien orientado por Alan Pauls en su texto El fondo de los fondos, pero acá me parece importante definir ese lugar complejo.
El hecho de que la escritura siga siendo un trabajo no sólo poco valorado a nivel general, es ya de por sí alarmante. La postura es  normativizada por diversos círculos sociales, incluso académicos, donde la literatura no es un espacio por sí mismo contemplado como una carrera, un oficio. Resulta risible cuando en diversos momentos he escuchado y leído que son espacios para las mujeres. Incluso en espacios no cercanos a las humanidades y las artes, determinan que es una cuestión de género y justo el femenino es el que debe establecerse en esos lugares. Desde luego es una apreciación errónea, además de sexista, pues no es un secreto que aun en esta época pocas, muy pocas mujeres nos colocamos ante la vida social como escritoras, sin mencionar el hecho de que todavía son menos quienes logran publicar en revistas o editoriales "prestigiosas" sus novelas, ensayos, poemarios y libros de cuentos. Si bien es mayor el numero mujeres que cada año logran publicar, aun el mundo editorial sigue siendo un mundo masculino, cerrado y clasista.
El costo más allá de que no exista un número nutrido de libros y artículos hechos por muchas más mujeres, otras que no sean las de siempre, genera una tensión entre los círculos literarios femeninos, misma que no sólo logra cerrar a manera de protección la postura ante el otro género, sino a nublar la percepción y seguir cayendo en arcaísmos del femenino. Establecen algunas incluso, un mujerismo insultante.
En 1938 Virginia Woolf publica Tres guineas, ensayo literario donde confronta su intención política frente a la condición de la guerra y sus causas. Entre las muchas cosas que diferencían  a esta obra en la historia literaria del siglo XX, es el hecho de objetar que muchos de los costos sociales y políticos por los que atraviesa la humanidad se debe precisamente a la falta de acceso de las mujeres a las universidades, así como a la mejora de la educación en las universidades femeninas. Con giros lingüisticos y un estilo epistolar Woolf se atreve a cuestionar duramente el sistema paternalista y capitalista que no hace sino conducir a la sociedad a un verdadero caos y desgobierno de sí. Sin embargo la autora de The waves, no sólo cuestiona o crítica la postura del sistema occidental masculino, no sólo se limita a criticar a la clase monárquica inglesa, pues realiza duras críticas y análisis al sistema fascista de otros países resultado de que su hermano muera en la Guerra civil española, conduce como sólo una persona congruente puede hacerlo a una alternativa.
En el tercer capítulo de Tres guineas crea a través de la innovadora figura de los otros, de las outsiders, una postura de cómo crear otra sociedad fuera de los aparatos ideológicos y las máquinas deseantes masculinas. La sociedad de las outsiders se establecería como una sociedad donde se tomarían otras vías que no fueran las bélicas para llevar al crecimiento humano de esa sociedad tan golpeada por la guerra y el deseo de acrecentar las economías personales. Es clara la postura de Virginia al determinar que ella se desmarca de la condición de tener una patria, una por la que se deba luchar, pues su condición de mujer le permite observar una condición universal, humanista de lo que puede ser el bienestar común, los derechos de igualdad y fraternidad más allá de las fronteras y lo géneros.
En estos momentos parece necesario no sólo revisitar dichas ideas y el concepto en sí de las outsiders, sino apropiárnoslo y refrescarlo. Una sociedad contemporánea de las outsiders, permitiría la confrontación de la condición de mujeres frente a los aparatos ideológicos del Estado y de los círculos cerrados, masculinos o femeninos, para ingresar en este caso desde la literatura a la posición crítica de la sociedad. Sería como promover las subjetividades, que no es lo mismo que el individualismo, en los marcos de interpretación social, donde la acción política a través de la praxis estética pronunciaría de primera mano, quitar las fronteras del género y después, las erróneas lecturas frente a la conciencia de clase. Un espacio donde hombres y mujeres son necesarios para la producción de esta nueva sociedad que desde su propia trinchera, sale del proceso de la intimidad propicia para el ejercicio de la escritura, para entablar con el otro ese diálogo tan necesario en estos momentos de gran intensidad política. Las outsiders (hombres y mujeres) salen a las calles y reclaman su derecho de participación política; crean la lengua en otra lengua, narran la historia literaria y política de este país.