viernes, 10 de junio de 2016

Lo personal es político. En espera de un buen parto social.

Durante estos días he estado repensando el lema "lo personal es político" acuñado por Kate Millet en su libro Sexual politics de 1969. Las ideas de Millet funcionaron como cabeza para plantear la base del movimiento feminista radical de finales de la década de los sesenta. En él plantea la condición de las relaciones en el ámbito de lo privado y su efecto e inserción en el ámbito público, político sin más, desde las vinculaciones entre la diferencia sexual y las relaciones de poder. Desde luego que pone el dedo en la llaga al admitir que las relaciones establecidas desde el ámbito familiar contienen un nivel político, pues al ser reproducidas mantienen el dominio del patriarcado en absolutamente todas las esferas que sostienen el constructo social. De ahí que utilice el concepto de política para definir estas relaciones, pues la construcción y reproducción de las prácticas creadas desde el ámbito familiar, como la marcada diferencia de los sexos, la división del trabajo de acuerdo a esta diferencia, así como el control económico, conforman una cultura que legitima socialmente el sistema de opresión patriarcal y que deviene control político. Desde luego que su teoría es mucho más compleja que lo que apenas anoto es estas líneas, sin embargo, hago referencia a las ideas de Millet porque una serie de cuestionamientos en torno a los feminismos contemporáneos y a los estudios de género me asaltan de manera constante. No lo niego, de alguna forma me resulta fascinante que en los últimos meses la vida pública en nuestro país se ha visto inmersa en temas que nos tocan profundamente, como la violencia de género, sin más los múltiples feminicidios que dolorosamente ocurren en todo el país, las malas condiciones laborales para las madres trabajadoras y todos los temas que articulan una historia de violencia y horror en la vida cotidiana de las mujeres... pero ¿solamente en la vida de las mujeres? Deseo ser clara, desde luego que mi interés hacia el feminismo, desde mis comienzos a mis 16 años, tiene que ver con los múltiples problemas, prácticas de violencia y acoso que yo y gente querida hemos experimentado en toda nuestra vida, es decir casi la mitad de mi vida he pensado en estos temas, no me avergüenza decir que más de una vez me he decepcionado de mi feminismo y de los espacios donde se predica, lo digo así porque en ocasiones pareciera que lo nuestro funciona como una religión y es justo cuando se acciona como un sistema de creencias sin un fundamento y acción específicas cuando deseo por momentos mantenerme al margen. Esta digresión tiene que ver con el hecho de que como lo mencioné, por fortuna últimamente se han socializado los conceptos de feminismo, género, violencia sexual, por mencionar algunos, no obstante en los diversos espacios, sobre todo en las redes sociales, me parece que se deja de lado la reflexión seria sobre nuestros problemas como sociedad y en sí los fundamentos y las bases políticas e incluso teóricas del movimiento. Últimamente todo mundo se dice feminista y qué bueno, seguramente Mary Wollstonecraft, Millet, Jo Freeman, Shullamit Firestone, Hélene Cixous por mencionar poquísimas tatarabuelas, abuelas y madres del movimiento deben de estar conmovidas porque es este lado del mundo un puñado de mujeres y hombres se dicen feministas, pero ¿qué tanto del discurso representa una práctica positiva para la creación de una fuerza política que rompa las prácticas de sumisión y violencia? ¿Es necesario que sigamos separándonos para proponer relaciones igualitarias? ¿Cuál es el verdadero peso político esta ola de feminismo dentro del sistema jurídico? Hoy como hace siglos resulta necesario crear una verdadera agenda política que incluya todas las desigualdades que como sociedad nos aquejan. Nunca dejaré de lado el hecho de que las mujeres vivimos en términos de violencia y desigualdad que se sustenta de manera permanente, pero el problema francamente es todavía más complejo. En general la sociedad mexicana vivimos un estado de excepción donde esa violencia y desigualdad se reproduce en todos los espacios y ataca a todos los ciudadanos, en general todos nos sentimos violentados y desolados, desde luego que no es gratuito que existan focalizaciones de violencia sexual, pero no estamos viendo la fotografía completa. Nuevamente lo personal es político y por eso creo que las relaciones de género y poder nosotras las estamos reproduciendo de manera donde no todos caben en nuestra idea de sociedad ideal ¿acaso existe una? Si tenemos claridad en la idea de justicia y cambio de los sistemas políticos necesariamente los cambios se verán reflejados en estas relaciones que espero en un presente cercano se palpen como horizontales, pero me mantengo firme en el hecho de que para que eso suceda es necesario voltear no solamente al pasado de nuestros feminismos, sino a todas las realidades y con todos sus actores, es necesario vernos desde nuestro ámbito de lo privado, juzgarnos y repensar qué estamos haciendo para que la desigualdad, violencia y negligencia sigan perpetuando la política actual. Mujeres, queers, hombres estamos dentro del mismo útero que espero, llegue a buen parto.

miércoles, 8 de junio de 2016

Maternidades secuestradas

Afuera, un hombre amoroso canta una canción de amor para intentar calmar a su hija de casi diez meses... la guitarra y el llanto intermitente de mi hija acompañan esta entrada. Finalmente hace un mes visité la exposición de Mónica Mayer, Si tiene dudas pregunte. Tuve la fortuna de hacerlo en la visita guiada que la propia Mónica hace desde el inicio de la exposición en febrero. De manera incansable, como su propio trabajo y con la única finalidad de integrar al público, parte pendular de su obra, acompaña a la exposición que gracias a la curaduría de Karen Cordero en general funciona como una pieza. No negaré que la emoción me embargó al verla de nuevo, como hace diez años cuando me concedió una entrevista para mi tesis de licenciatura, pero en el fondo estaba emocionada porque mi pareja y Vida me acompañaron a una fase más de mi trabajo, ellos hicieron su recorrido por su parte, no deseábamos que el llanto de la bebé interrumpiera la experiencia de las demás integrantes del grupo. Pero ahí estaban, dispuestos a experimentar esa otra cara de mi maternidad, mi trabajo como socióloga y escritora. Ya se sabe que Mónica y su estilo de stand up es inigualable, todos los años como performancera han hecho de ella una mujer con una agudeza y sensibilidad únicas entre las chicas de su especie, lo digo de esta forma porque en mi trabajo me he enfrentado a trabajar con otras artistas que no siempre son tan abiertas, seguras y directas como lo es una de las formadoras de los emblemáticos proyectos Polvo de Gallina negra y Pinto mi raya. Desde hace diez años cuando me recibió en su casa noté inmediatamente su calidez y compromiso político, claro en aquella época yo no era sino una chica tímida y en ciernes de una formación académica que ahora lo sé, no terminará nunca, pero, a pesar de mi ingenuidad pude notar que esta mujer dejaría su impronta para siempre en mi conciencia política y en mi gusto estético. Durante estos diez años, me salí y regresé al feminismo, a los estudios de género y la única constante es que siempre aparecen muchas dudas sobre nuestro tiempo y sobre mi propia condición política, así como mi experiencia cotidiana dentro de mis roles. Lo digo así porque aunque en este blog he hablado sobre aspectos de mi vida que fundamentan mi praxis política y mi propia poética, creo que muchas veces he intentado marginalizar mi condición de madre frente a mi propio trabajo. Me he autocensurado, no sé si decir que el germen del machismo engendró un miedo a exponerme públicamente como madre, pero lo cierto es que todavía hace unos meses me estremecía que en el posgrado o en nuestro círculo de amigos, escritores, artistas plásticos, se me viera como una madre, como una mujer a la que hay que darle chance porque ahora es madre... y bueno, esa es la verdad, soy madre y además escribo y publico y hago una tesis, y tengo aficiones por la fotografía y sí, hago pasteles y una que otra vez me tomo unos gins, a veces algunos de más. Entre otras muchas cosas, la exposición retrospectiva del trabajo de Mónica Mayer me ayudó a confrontar dos miedos que muchas veces hacen que me autocensure, el miedo a la maternidad desde la luz pública dentro del quehacer académico y artístico y el miedo a exponer públicamente los diversos acosos que he vivido. El segundo punto lo discutiré en otra entrada, pues es obvio que luego del 24A con todo lo bueno y lo malo que ha sucedido el tema por fin salió a la conciencia social. Si algo puedo decir sobre la exposición y el efecto que tuvo en mí, fue el hecho de repensar la maternidad, los roles a los que nos enfrentamos y esa situación de maternidad secuestrada que vivimos constantemente, por el otro es cierto, pero también por nosotras mismas, o al menos en mi caso. La pieza Maternidades secuestradas y desde luego Maruca la mala madre crearon una confrontación sobre mi idea de la maternidad, pero también sobre cómo lo vivo de manera cotidiana. Vi entonces como sí hay un efecto de autocensura en mi trabajo, como si fuera una mácula, como si viviera con miedo de que los demás no me tomarán en cuenta porque crío a mi hija... como si la maternidad fuera un efecto lobotomizador. Debo de decirlo, me sentí aliviada, no solamente eso, me sentí tan acompañada en este proceso que muchas veces es muy duro. En las siguientes entradas seguiré hablando de la exposición, a casi un mes de que termine, sin embargo deseo terminar con un hecho que nos marcó para siempre como pareja. Cuando nos vimos al final de la exposición, noté que Conde estaba sumamente conmovido, tenía los ojos enrojecidos... me dijo que hacía años que una exposición no lo había tocada de la manera que el trabajo de Mónica lo había hecho, tenía un brillo como el que yo tenía cuando estaba embarazada, con toda soltura me estaba entregando mi maternidad trabajadora. Las piezas activaron en nosotros una idea de maternidad y paternidad igualitaria. Afuera, un padre está dando de desayunar a Vida mientras yo escribo estas líneas.