viernes, 10 de febrero de 2012

Una libertad soberana

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 "Yo soy, pero cambio; luego, no soy, y sin embargo soy... He de sacrificar el principio de contradicción en holocausto. Que los dioses honrados con mi acción me sean propicios y me concedan la gracia de legitimar mi existencia en otros medios." Este es uno de los desdoblamientos que se observan en el libro del colombiano Julian Serna Arango, Heterodoxias, editado por Ediciones sin nombre. Inicio con dicho fragmento, porque despliega una postura que se puso muy de moda a finales de la década de los ochenta, esto es estar seguros de quiénes somos y vivir con ello, incluso hacer que los demás lo acepten, principio de aceptación comunal, en donde todos, minorias de todo tipo, histéricas, anarcopunks, abuelas, todos vivamos como era el sueño de la globalización...

Me viene todo esto, en parte porque nos encontramos en tiempos límite en donde se han prefijado las condiciones para vivir, bajo mandatos poco éticos y sumamente deshumanizantes. Por otro lado, porque creo que las alternativas de vivir bajo la ruina del proyecto neoliberal, posmoderno, hegemónico, occidental recalcitrante, o como usted deseé llamarlo, evidentemente son formas agotadas. Normalmente la filosofía, ha intentado dar explicación, visibilidad y punto de quiebre a los problemas que aquejan al ser humano, incluido el poder vivir con uno mismo, sin embargo no sé cómo pueda resolverse la condición individual si existe  la imagen de Pedro Pardo, la cual ha sido seleccionada por la World Press Photo.

Hasta dónde las acciones de los demás nos han encausado a vivir en Estado de excepción, y sin embargo tristemente nosotros lo hemos permitido. Es nuestra responsabilidad que una imagen tan grotesca y triste haya sido tomada en nuestro país, que no sólo estoy hablando de nosotros, sino en general el hecho de que exista una reproducción constante de éstas imágenes a lo largo y ancho del mundo. Su existencia, el hecho de que miles de seres humanos sean valorados como objetivos móviles de dichos disparos, definitivamente resuelve el hecho de que ninguno hemos sido capaces de superar la ruina de la historia. Ha sido nuestra decisión vivir entre sangre, corrupción, miedo y encierro.

Por la tarde leía el editorial de la Playboy de este mes. Fui gratamente sorprendida, no sólo por las bellas fotos de Vanessa Bauche, sino porque me pareció muy congruente lo escrito por Gabriel Bauducco. El editor lanza aseveraciones bastante apremiantes, admitiendo que lo que vivimos en México, luego de la escalofriante cifra de muertos en este sexenio que el propio Estado ha dado a conocer, en realidad sí es una guerra; lo interesante de su opinión, es que exclama que es una guerra que a todos nos afecta, independientemente de que vivamos en zonas que no son propiamente áreas denotadas como peligrosas, simplemente ésta guerra es responsabilidad de todos.

Lo anterior no sólo tiene que ver con que hayamos dejado a Calderón apoderarse de un Estado de forma ilegítima:  en seis años no hemos exigido las formas políticas, legales y civiles para que el Estado se conduzca de forma ética y nos dote a todos y cada uno, sin importar ninguna condición social, racial, sexual, física o religiosa, lo que la Constitución marca como derechos; hemos dejado que se creen alteraciones a los derechos sin previo aviso. Recordemos que no sólo es Calderon, sino el poder de ambas Cámaras, pues ellas son las encargadas de gestionar dichas modificaciones. Esto también lo hemos propiciado, no hemos exigido a cada uno de los diputados y senadores, así como a la lastimosa minoría de mujeres que nos representan en el Congreso, a que ayuden a establecer el País que todos merecemos. Es nuestra obligación buscar las formas adecuadas para lograr la libertad que cada persona merece. Será entonces cuando encontraremos la libertad soberana.

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