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En el sello editorial Siruela, existe un libro sobre textos de Clarice Lispector titulado Correo femenino, donde se rescatan diversos artículos que durante más de dos años bajo los seudónimos de Tereza Quadros e Ilka Solares (la identidad de la última queda como ghost writer ya que solares era una famosa actriz y modelo en Brasil), publicó en un par de medios durante la década de los cincuenta. Los temas escritos son básicamente estilo de vida y consejos para mantener la belleza de las mujeres.
A primera vista, las notas pueden parecer cosas nimias, incluso vacuas, sin embargo, al leer con detenimiento encontramos las llaves para entender los relatos de Clarice. Se condensa igualmente un sentido crítico sobre la sociedad brasileña, construida popularmente como física y vanidosa, las diversas figuras y roles desde los que se construyen las mujeres.
El siguiente aspecto relevante, es sugerido a través del cuidado de la edición, así como el continuo ejercicio de la escritora desde otra banda. En el prólogo se indica la suma dedicación con la que Lispector escribía sus columnas; incluso ella misma buscaba y recortaba las imágenes adecuadas para acompañar sus textos, cuando aún la edición era un trabajo artesanal.
Desde mi actual experiencia cotidiana, en la que me enfrento con el teclado y con el desbloqueo de mis ideas, creo fascinante el hecho de que tantas mujeres han podido edificar los caminos de la escritura desde diversas contiendas. Las escenas literarias como sabemos, normalmente son presentadas bajo contextos de misoginia, lugar común en cualquier contexto, lo interesante es observar como se plantea una contienda, sin pudor o censura, para superar los papeles impuestos por la sociedad en general. Es bien sabido que el lugar al que se relega la escritura hecha por mujeres, es ese espacio rosáceo que llaman "escritura femenina", marca registrada que establece que sólo nosotras sabemos escribir acerca de relaciones, lacrimosas la mayoría de las veces, o sobre corporalidades vanas. Quizá sí, muchas han escrito sobre esos temas, aunque igualmente muchos hombres escriben sobre ello y el resultado en ocasiones se resume temible.
Por fortuna, diversos ejemplos siguen revelándose en el presente literario latinoamericano, no obstante el ejemplo de Clarice, resulta un buen inicio para observar que las mujeres no sólo escribimos sobre el "eterno femenino", sino que el espejo se ha roto a partir de la construcción firmemente cincelada de una escritura que regularmente asombra a propias y a extraños.
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