martes, 30 de abril de 2013

Microcosmos

Noticias desde Liverpool 16, últimos meses.

No he escrito desde hace meses, acaso he tenido mucho trabajo, o simplemente mi gusto por mi blog se ha ido evaporando paulatinamente. Pero no puedo dejarlo del todo.

A estas alturas poco me importa si acaso algunos lectores siguen esperando una entrega. Sé que no es así, pero qué importa, un medio ya en plena decadencia sirve en todo caso para seguir un proceso que por el contrario, como siempre mi voz repleta de diáfana presunción, de a poco va consiguiendo cierta solidez.

Siete meses y las rutas de mi escritura, en prudente calma, han podido albergar ciertas curvas, islas  donde la vida se detiene y no queda sino entregarse totalmente a su contemplación. En ningún otro momento había experimentado un gusto tan obsesivo por los pequeños detalles, por esas formas de vida que por ser tan obvias, tan continuas, conservan sin embargo un mecanismo complejo. Estructuras que presentan un disfraz que frente a nuestra natural miopía, sin mayor riesgo, desarrollan una historia que contiene muchas veces los secretos de todos los fractales.

En un año y medio de estancia mi obsesión se ha agudizado por esos lugares comunes, por esas cosas nimias a las que casi nadie les da el valor, ni siquiera para anotarlo en diarios personales, práctica también un tanto empolvada. Cosas pequeñas, guijarros incrustados sobre el pavimento; papeles sueltos, tickets de todo tipo, envolturas de condones, rutas cotidianas, paseos que en la rigidez de la vida parecen sentencias a continuar, por siempre, recorriendo los mismos pasos.

Esa continuidad de las cosas, ese revés que espera ser unido con cada pieza, estoy segura, presenta la parte que no renuncia a su sentido de plena falta, la única manera de entender lo profundo, lo complejo. La vida sin más.